Ese viejo andariego que anonimo va por la vida,
apoyando su lento paso en un baston sucio pero firme,
ese viejo mal vestido y con tatuajes de experiencias altivas;
sus arrugas son testigos de este bagaje sublime.
Mudo pasa la serena tarde, escuchando el silbido del viento;
cual fuego que calienta su corazón famelico,
revive ese recuerdo doloso, el amor, ese fatal veneno.
Hinchando de sangre el corazón cansado, esquelético,
da otro paso firme y lento en danza y comunión con el tiempo.
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